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January 17, 2022
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Posted by NCID

Esta columna de opinión fue originalmente publicada el 14 de enero de 2022 en El País Planeta Futuro. El autor es el investigador junior del NCID Javier Larequi. Puede consultar el artículo original aquí.


En torno al siglo II – I a.C. se puso en marcha la ruta de la seda china con el objetivo de conectar el continente asiático con África y Europa y dar salida en los mercados internacionales a un producto tan valioso como la seda. Para los romanos, Oriente era el exotismo y las especias y, al mismo tiempo, el origen de todas las pestes y pandemias.

Más de 20 siglos después, China puso en marcha en 2013 la Belt and Road Iniciative (Iniciativa de la Franja y la Ruta en español) para financiar proyectos de ayuda al desarrollo en más de 140 países de todo el mundo. El plan contó desde el principio con mil millones de euros de presupuesto y fue visto con recelo por otras potencias como Estados Unidos y la Unión Europea que, ahora, casi diez años después, y con tres veces menos de dinero, está dispuesta a competir con los asiáticos.

La Comisión Europea presentó el pasado uno de diciembre la Global Gateway, una estrategia que pretende fomentar la inversión en proyectos de infraestructuras en naciones en vías de desarrollo. Este plan, que aspira a competir con China en materia de cooperación, condiciona las ayudas al respeto a las transiciones verde y digital. Su objetivo, en palabras del Alto Representante para la Política Exterior Josep Borrell, es “crear conexiones, no dependencias”.

El plan europeo pretende movilizar más de 300.000 millones de euros hasta 2027 con el objetivo de mejorar infraestructuras por todo el mundo y de hacer frente a retos globales como el cambio climático. Otros objetivos destacados son potenciar los sistemas sanitarios, mejorar la competitividad y la seguridad de las cadenas mundiales de suministro y fomentar la investigación y la educación.

La interdependencia global y la fragilidad de las cadenas de suministro están mostrando de forma clara la necesidad de mejorar la conectividad en el mundo. La Unión Europea busca, con esta nueva estrategia, que las relaciones económicas mundiales se basen en reglas y en estándares internacionales. Las inversiones serán entregadas por la UE y los estados miembros a través, principalmente, del Banco Europeo de Inversiones y del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo. Sin embargo, también busca movilizar al sector privado con el fin de lograr un impacto transformador que mantenga los fondos en los países receptores.

El plan europeo se va a desarrollar de acuerdo con seis principios básicos: valores democráticos, proyectos verdes, seguridad, inversión privada, relaciones entre iguales, buena gobernanza y transparencia. Es decir, la estrategia no solo persigue ayudar a los estados socios, sino fomentar los valores de la Unión Europea en ellos como condición para acceder a los fondos. Es decir, el objetivo es que la autodenominada Comisión “geopolítica”, liderada por Ursula von der Leyen, realmente lo sea a través de estas ayudas con el fin de aumentar su influencia en el mundo y de expandir el conocido como “estilo de vida europeo”.

Quizás el mayor reto de esta nueva estrategia de cooperación al desarrollo es que la Unión Europea consiga hacerse más visible en los receptores. Frente a las inversiones millonarias de China en, por ejemplo, la autovía que se está construyendo en este momento en Nairobi, los países europeos han focalizado sus esfuerzos en otras cuestiones, también muy importantes, pero menos visibles, como puede ser defender la democracia o la igualdad de género. Apostar ahora por inversiones sostenibles en grandes infraestructuras parece una vía complementaria y más adecuada para que los habitantes de los lugares menos desarrollados sean conscientes del esfuerzo que la Unión Europea hace por ayudarles.

La idea expuesta por Borrell de no generar dependencias de los países en vías de desarrollo hace referencia, en realidad, a la frecuente acusación a China de utilizar su Iniciativa de la Franja y la Ruta como “arma diplomática” para conseguir que los más empobrecidos se endeuden con ellos y, por tanto, dependan de China, tal y como recientemente recordaba Mauro G. Ferrándiz en un artículo.

Pero, para muchos, la trampa de la deuda china es un mito, ya que las naciones financiadas conocen las consecuencias de obtener un préstamo por parte del gigante asiático. Esto parece que le ha conducido en los últimos meses a adoptar una posición más cautelosa y a frenar su política de préstamos en África.

El “tercer” actor en juego en este tema es la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, más conocida como USAID, que actualmente fija como objetivo prioritario de su política de cooperación el apoyo al crecimiento local en Centroamérica como estrategia para frenar la migración irregular en países como Guatemala. Además, en la Cumbre por la Democracia de diciembre, Joe Biden también llamó a los participantes a colaborar en la lucha frontal contra la corrupción, las violaciones de derechos humanos y el respeto a la soberanía ciudadana.

Precisamente, se echa de menos el objetivo de frenar la migración irregular en la Global Gateway de la Unión Europea, que tiene a sus puertas un continente como África en plena “explosión” demográfica. El investigador del Navarra Center for International Development ,Tijan Bah, está inmerso en un proyecto, financiado por la Comisión Europea que estudia las brechas de información para hacer frente a la migración irregular en Gambia.

El hecho de que las inversiones sostenibles de la Unión Europea tengan como objetivo que estos países sean autónomos no es una idea más. Desde el punto de vista de la cooperación, no basta únicamente con dar dinero. Es imprescindible que este dinero se gestione bien y que genere innovación y emprendimiento local en los estados receptores. Por ello, materializar bien la alianza con el sector privado en esta Global Gateway es realmente importante para que esta nueva política de cooperación de la Unión Europea sea exitosa, al menos en los términos de ayuda al desarrollo.

Los clásicos repetían la expresión latina: Ex Oriente Lux, es decir, de Oriente viene la luz al igual que llegaban la seda y las especias. La Unión Europea, a través de esta nueva estrategia, aspira a que la luz venga ahora de Occidente y que, al igual que con la donación de las vacunas, los europeos seamos los mayores contribuyentes a la cooperación al desarrollo y, con ello, al bienestar de toda la humanidad.