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September 16, 2021
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Posted by NCID

Este artículo fue originalmente publicado el 16 de septiembre de 2021 en Prensa Libre. El autor es Luis Ravina, director del Navarra Center for International Development. 


Durante muchos años, los economistas más prestigiosos han intentado responder a la misma pregunta: ¿Por qué unos países son ricos y otros pobres? La respuesta, como comprenderán, no es única ni sencilla, ni tampoco es mi intención con esta columna dar una solución exhaustiva a dicha cuestión, ya que sería una muestra clara de petulancia. En todo caso, tras más de una década visitando el país, sí me gustaría comentar brevemente algunos de los factores más importantes para hacer de Guatemala un país libre, desarrollado e inclusivo.

Recientemente, cayó en mis manos el libro Too small to fail, del inversor James Brieding. En el libro, el autor suizo-estadounidense defiende que ser un país pequeño —aquellos menores de 20 millones de habitantes— es mejor que un país grande, y desgrana las ventajas en sectores como la educación, la sanidad, el crecimiento económico y la innovación. Si bien es cierto que se puede objetar que Brieding focaliza sus análisis en casos de éxito como Suiza, Dinamarca o Singapur, esos ejemplos ayudan a desechar algunas de las razones que se esgrimen para justificar la carencia de progreso e igualdad en Guatemala.

Uno de los factores que se mencionan en el libro es la conectividad. Este término no solo se refiere a las conexiones a internet, de la que a pesar de los esfuerzos todavía carece un tercio de la población de Guatemala, sino que engloba a todas las relaciones con el exterior. En un mundo globalizado, tanto los actores económicos, políticos y sociales no pueden estar desconectados de lo que acontece en el exterior. En el primer plano está el comercio desde Guatemala hacia el exterior, vital en las cadenas de valor donde lo que se produce luego se vende a cientos de kilómetros, y en el que la oferta y la demanda no solo la marcan tus ciudadanos, sino aquellos en todo el mundo.

Para poder competir es necesario contar y saber gestionar tu ventaja competitiva, bien sea, por ejemplo, las naranjas en el caso de España o el café en el de Guatemala. Una de las maneras para aprovechar ese potencial es con la inversión extranjera. Las posibilidades económicas que traen se unen al know-how y la experiencia y permiten una transferencia del conocimiento, que se absorbe dentro del país. Esto no solo ayuda a desarrollar la economía y las maneras de producción, sino también la cualificación del capital humano y el nivel de vida del país.

La presencia de empresas extranjeras ayuda además a modernizar la estructura social. La entrada de empresas multinacionales acelera el acceso de la mujer al mercado laboral, obteniendo un mejor salario y favoreciendo la igualdad en la obtención de puestos de mayor responsabilidad.

Antes de finalizar con la conectividad, como académico también quisiera mencionar el papel de las universidades y centros de investigación. Como menciona Brieding, una de las ventajas de Suiza y Singapur es que sus publicaciones científicas cuentan con coautores internacionales. Esa mentalidad abierta a trabajar con investigadores de otros países no solo ayuda a pensar de manera global y complementar cualidades, sino que también aporta una conectividad que sitúa al país en el mapa y a la vanguardia de la ciencia. Genera lo que en economía llamamos economías externas.

Importancia de unas instituciones sólidas

La conectividad con el mundo exterior es uno de los factores necesarios para desarrollar Guatemala, pero previo a ello hace falta contar con unas instituciones sólidas y de calidad, que funcionen, sean responsables, transparentes e inclusivas. Cuando hablo de instituciones no hablo solo del gobierno, sino de aquellas que forman a toda la sociedad. Como define la OCDE, estas pueden ser formales e informales, públicas y privadas, en las que no solo están incluidas las leyes y normas, sino también sus procesos y las interacciones sociales que definen cómo se toman decisiones y se maneja el poder.

La inversión extranjera huye de países donde no hay estabilidad, en las que a cada cambio de gobierno hay cambios en la legislación. Habla Brieding en su libro de cómo en países prósperos como Suiza o Singapur las leyes son breves, pero claras, sin lugar a  interpretaciones engañosas. En cambio, lo que encontramos en varios países de Centroamérica son leyes farragosas, con todo tipo de secciones y enmiendas que solo fomentan la corrupción al favorecer múltiples interpretaciones de la ley. Son simplemente un medio para favorecer la impunidad.

Sin instituciones sólidas y al servicio de todos los ciudadanos se puede producir la que algunos denominan “la captura del estado” por parte de una élite política y económica que gobierna a su favor y no con miras al bien común. Un claro ejemplo de esto, alejado del país que tratamos, es el de Sudáfrica, en el que los hermanos indios Gupta se beneficiaron de sus conexiones con el expresidente Zuma para enriquecerse, y en cuyo mandato desapareció un tercio del PIB del país.

Pero volvamos a Guatemala. Para que el país genere confianza a nivel internacional primero debe ser serio de puertas para adentro. Para que eso ocurra debe haber compromiso y responsabilidad por parte de todos. Son sin duda los representantes públicos quienes deben dar ejemplo a la ciudadanía con un comportamiento honesto y transparente, pero tras él deben acompañarle los agentes sociales y económicos que hacen el día a día de Guatemala: empresarios, trabajadores, asociaciones, oenegés y todos lo que forman la sociedad guatemalteca. Para exigirles un buen comportamiento primero deben sentirse ciudadanos de igual a igual con el resto de sus compatriotas.

Igualdad de oportunidades

Un análisis detallado de la realidad guatemalteca nos muestra con claridad la brecha existente entre Suiza o Singapur y nuestra realidad cotidiana. Pero la comparación nos puede ser útil para resaltar los factores más importantes que hacen que dicha brecha se mantenga en el tiempo. Hay dos instituciones que son vitales para la construcción de un Estado sólido y fiable: la justicia y la educación.

La educación es la base sobre la que se construye toda sociedad y a pesar de ello casi dos de cada tres guatemaltecos aseguran que no pueden permitirse enviar a sus hijos a la escuela secundaria. A pesar de ello, Guatemala es el país que menos invierte en educación de la región centroamericana, con un 2.9% del PIB. Una política de homologación de la calidad de la educación guatemalteca a los estándares internacionales sería muy beneficioso para el país.

Esta falta de atención a la educación es especialmente dañina para la población indígena. Aunque forman el 43.5% de la población, son minoría en todos los niveles educativos, con tan solo un 25% de las clases de secundaria con pupilos indígenas. Esto genera una brecha educativa que divide al país y lastra el crecimiento económico, dejando a unos atrás y beneficiando a los demás.

Tras la educación, la justicia es otro pilar sobre el que construir el futuro de Guatemala. El Estado debe garantizar el acceso real e igualitario a la justicia a todos sus ciudadanos. Sin esa garantía, la sociedad se parte en dos entre aquellos que pueden actuar impunemente y los que saben que no pueden costearse un juicio, aunque tengan la razón. Esa brecha divide al país socialmente y rompe las costuras sobre las que la unidad nacional debe construirse.

Cuando hablamos de igualdad no hemos de caer en la trampa de que las instituciones deben repartir todo a partes iguales para los ciudadanos, sino de que estas deben garantizar la igualdad de oportunidades  para todos.

Estamos hablando pues de tener un sistema jurídico y educativo que funcione para todos y favorezca al ciudadano guatemalteco. Es pues una cuestión de desarrollo inclusivo, no de ideología. Es tarea del gobierno trabajar con la sociedad civil para promover un crecimiento de la economía, estable, inclusivo y abierto a la innovación.