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February 19, 2019
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Este artículo fue originalmente publicado el pasado 7 de febrero de 2019 en el medio de análisis internacional El Orden Mundial. El autor es el investigador junior del Navarra Center for International Development David Soler Crespo. Puede consultar el artículo original aquí, publicado bajo licencia Creative Commons BY-NC-ND. A continuación se reproduce íntegro el artículo.


Encajado en la frontera entre las antiguas colonias francesas y anglosajonas, Camerún todavía sufre, casi 60 años después de su independencia, problemas coloniales: a los conflictos territoriales con Nigeria por el petróleo se les suman los problemas internos en las regiones anglosajonas. La represión del veterano dictador Paul Biya ha puesto al país al borde de una guerra civil y ha socavado los buenos datos económicos y su prestigio internacional.

Camerún es un Estado atípico, fruto de la unión de dos colonias. El país consiguió primero la independencia de la parte francesa en 1960 y un año más tarde se anexionó vía plebiscito parte de la zona anglosajona. Pero las proclamas de liberación llevaban presentes desde los años 50, cuando ganó popularidad el movimiento revolucionario marxista liderado por el partido Unión de los Pueblos del Camerún (UPC), que reclamaba la independencia y cortar cualquier tipo de relación con las fuerzas coloniales. La UPC inició la lucha armada y Francia ilegalizó el partido en 1955.

Los franceses contaban con un apoyo suficiente entre los musulmanes del norte y los cristianos del centro y no necesitaban el apoyo de los marxistas para negociar una independencia moderada. Tras aplastar un conflicto que dejó más de diez mil muertos y capturar a los líderes de la UPC, los franceses negociaron con el musulmán Ahmadu Ahiyo una independencia acordada de la parte colonial que les correspondía, con lo que se aseguraron unas buenas relaciones con la futura República de Camerún.

La parte británica de Camerún dudaba entre unirse a una recién independizada Nigeria o incorporarse a la República de Camerún. En un plebiscito en 1961, la población decidió partirse: dos tercios del norte, de mayoría musulmana, se unieron a Nigeria y el resto, de mayoría cristiana, se unió a Camerún. Fue así como la República de Camerún pasó a llamarse República Federal de Camerún bajo la presidencia de Ahiyo.

Para ampliar“British/French Cameroon (1948-1961)”, Universidad de Arkansas Central

Sin embargo, en 1972 todo cambió. Ahiyo acabó con la idea de un Estado federal: centralizó el país —convertido ahora en la República Unida de Camerún— y quitó la autonomía a sus diez regiones. Con la reforma constitucional, también eliminó el puesto de vicepresidente y creó el de primer ministro, para el que nombró en 1975 a Paul Biya.

Biya y Ahiyo eran dos hombres muy diferentes. El primero es originario del sur de Camerún y fue criado en la religión católica, al contrario que Ahiyo, un musulmán del norte. Biya es de la etnia beti y Ahiyo, de la etnia fulani, cada una mayoritaria en su región de procedencia. Las diferencias étnicas están muy presentes en Camerún, un país que acoge a más de 250 grupos étnicos; entre ellos destacan los bamilekes, originarios de las áreas montañosas del país y representantes de un tercio de la población.

Ahiyo se entendía bien con esta etnia, que controla gran parte de la economía del país, pero Biya es conocido por sus enfrentamientos con los empresarios bamilekes, quienes desde su subida a la presidencia en 1982 han visto reducido su poder, ya que el presidente ha favorecido a miembros de su propia etnia en puestos de la Administración. Algunos de ellos han sido claves para que siga en el poder, como el general Pierre Semengue, de la tribu beti y jefe del Ejército en 1984, cuando hubo un intento de golpe de Estado contra el presidente. La tensión étnica creció con motivo de las pasadas elecciones, dado que el segundo candidato más votado, Maurice Kamto, exministro de Justicia con Biya, es bamileke. Kamto se autoproclamó vencedor antes de que salieran los resultados oficiales y se encuentra detenido; sobre él pesa una posible condena de cinco años de prisión por “sedición, insurrección e incitación a la violencia”.

Para ampliar“Ethnic Groups of Cameroon”, Benjamin Elisha Sawe, 2018

Biya accedió a la presidencia hace 37 años tras la renuncia de Ahiyo por problemas de salud. Pero la buena relación entre dos hombres con pasados tan distintos duró menos de un año. A Ahiyo, por entonces aún presidente de su partido, no le gustó el cambio de rumbo de Biya y, temeroso de ser arrestado, se exilió en Francia. El actual presidente accedió al liderazgo del partido y aprovechó para purgar a los aliados de su antecesor, eliminar su nombre del himno del partido y reemplazar sus retratos presidenciales. Un mes después de su exilio, Biya acusó a Ahiyo de estar detrás de un intento de golpe de Estado y lo condenó a cadena perpetua en caso de regresar al país. Con un control absoluto del poder, Biya fue el único candidato en las elecciones presidenciales de 1984, las cuales ganó con un 99,98% de los votos. Se instauraba el régimen del león de Camerún.

La falsa democracia

Desde entonces, Biya ha revalidado la presidencia en seis ocasiones. La última fue el 22 de octubre de 2018 por otros siete años. Tiene ya 85 años y, si cumple su mandato, llegará a los 92 en el poder. En todo este tiempo, el dirigente camerunés ha pasado de legalizar a los partidos de la oposición a eliminar los mandatos presidenciales que limitaban su posibilidad de presentarse a futuros comicios.

Ha ganado elecciones con todo tipo de artimañas: con una victoria pírrica de tan solo cuatro puntos sobre su rival y sin permitir una segunda vuelta, con boicot a la oposición y pagando a su propio grupo de observadores internacionales en dos ocasiones —primero a excongresistas estadounidenses y, en estas últimas elecciones, a seis personas que hizo pasar por miembros de Transparencia Internacional—. También ha prometido construir una mansión de casi medio millón de dólares para el presidente del Consejo Constitucional, quien desestimó hasta 18 peticiones de fraude en las pasadas elecciones.

Su capacidad para que no le pasen factura esas maniobras se sostiene en el gran poder acumulado y en la debilidad de una oposición fragmentada e incapaz de unirse para hacerle frente. El partido tradicional de la oposición, el Frente Socialdemócrata, un partido federalista asociado con la minoría anglosajona, es el que ha estuvo más cerca de derrotarlo en 1992; sin embargo, en 2018 quedaron en cuarta posición con un nuevo líder. En total, entre los ocho candidatos opositores en estas últimas elecciones no lograron sumar un 30% de los votos.

Las maniobras de Biya para mantenerse en el poder están corroboradas por múltiples organismos internacionales, que consideran Camerún un régimen autoritario. El índice de democracia de The Economist asegura que es un régimen autoritario y sitúa al país en el puesto 132 de 167, cerca de Catar, Venezuela o Bielorrusia. Freedom House lo cataloga como un país “no libre” y el índice de gobernanza africana de Mo Ibrahimlo sitúa entre las diez peores naciones africanas en participación política y elecciones democráticas. Además, Biya está considerado uno de los 20 peores dictadores vivos.

El presidente ausente

A pesar de estos informes, Biya sigue campando a sus anchas. El mandatario camerunés ha pasado más de cuatro años y medio fuera del país desde que fue nombrado presidente —cinco y medio contando visitas oficiales— y ha gastado 182 millones de dólares solo en vuelos privados y estancias de hotel —gastos en comida y ocio aparte—. Su preferido es el Hotel Intercontinental de Ginebra, en el que su gasto ronda los 40.000 dólares por noche. El dispendio no tiene una procedencia clara: Biya suele pagar en efectivo para no dejar rastro y oficialmente solo dispone de 271 dólares de salario al mes. Las sospechas son que puede estar utilizando dinero destinado a la oficina presidencial, con una partida de 104 millones de dólares en 2018. También hay quienes sospechan que Biya mantiene una cuenta secreta de dinero procedente del petróleo: hasta 1983, los beneficios por la exportación de petróleo eran secreto de Estado y se guardaban en una cuenta aparte, pero desde entonces se debe dar cuenta de en qué se gasta el Estado ese dinero.

Para ampliar“Paul Biya: Cameroon’s Roaming President”, E. Freudenthal, F. W. Batchou y G. Tjat, 2018

Otra grave consecuencia de sus largos viajes es el vacío de poder y el desconocimiento de su Gobierno. Un cable diplomático revelado por WikiLeaks en 2007 asegura que en privado Biya admite no conocer a algunos de sus ministros o por qué los ha elegido. Ante la falta de directrices, los funcionarios del Gobierno prefieren no hacer nada a actuar por su cuenta por miedo a perder su trabajo. Como consecuencia, en 2017 solo se aprobaron doce leyes; las doce las firmó Biya en tan solo dos días.

Pero de la larga lista de 60 ministros hay tres a los que Biya sí conoce. Son los que están mejor colocados de cara a un futuro relevo en la presidencia: los responsables de Defensa, Transporte y Justicia, a los que hasta hace poco se sumaba el recientemente fallecido jefe de la judicatura camerunesa, Foumane Akame. En ellos confía Biya para implementar decisiones en posibles crisis de gobierno, como la que saltó en 2016: fue Joseph Beti Assomo, ministro de Defensa, quien implementó la decisión de Biya de reprimir las protestas en las regiones de habla anglosajona de profesores y jueces. Las protestas reclamaban poder enseñar y obtener resoluciones judiciales en inglés y tener representantes políticos de habla inglesa, pero se han acabado tornando en un conflicto separatista que ha dejado más de 420 muertos y 240.000 desplazados y dos regiones camerunesas autoproclamadas como la nueva República Federal de Ambazonia. La falta de seguridad en el país ha sido un factor clave para la reciente decisión de la Confederación Africana de Fútbol de despojar a Camerún de la organización de la Copa África 2019.

Para ampliar“Growing Instability in Cameroon Raises Fundamental Questions about the State”, Africa Center for Strategic Studies, 2018

Kamerun, el origen de los conflictos territoriales

El origen del actual conflicto independentista en las dos regiones occidentales de Camerún se remonta a hace un siglo. Tras perder Alemania la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña y Francia deciden repartirse la antigua colonia alemana de KamerunComo consecuencia, el actual Camerún es un país dividido en dos lenguas: la mayor parte del país es de habla francesa, pero dos de sus diez regiones —Noroeste y Suroeste, que acogen a un quinto de la población del país— hablan inglés. Desde la eliminación del sistema federal en los años 70, los ciudadanos de las zonas anglosajonas consideran que su lengua y sus derechos políticos se han aplastado. Sin embargo, las diferencias culturales y económicas entre las propias regiones occidentales habían prevenido hasta ahora cualquier protesta unificada y contundente frente el Estado.

Para ampliar“Camerún, un conflicto potencial en el África Occidental”, Eduardo Saldaña en El Orden Mundial, 2018

Un problema añadido es que las regiones Noroeste y Suroeste cuentan con la península de Bakassi, un lugar estratégico y de gran importancia para Camerún. Los cameruneses han luchado con Nigeria durante décadas por la soberanía de este territorio de mil kilómetros cuadrados de extensión. La principal razón es que esta pequeña península que da al golfo de Biafra contiene el 90% de las reservas de petróleo de Camerún, con recursos para llenar 24.000 millones de barriles de crudo. La región cuenta también con las aguas que se consideran con una mayor concentración de gambas y pescado del mundo, por lo que no es de extrañar que la mayoría de sus 600.000 habitantes sean pescadores.

La disputa por delimitar la frontera y establecer a qué país pertenece la península de Bakassi tiene su origen a finales del siglo XIX. Gran Bretaña y Alemania se pusieron de acuerdo para establecer la separación de sus colonias trazando la frontera entre la zona de Yola y el lago Chad. La península quedó en manos alemanas, pero tras la Primera Guerra Mundial y la entrada de los franceses la región de Bakassi pasó a ser administrada por Gran Bretaña hasta el final de la época colonial.

Los problemas para delimitar la frontera se recrudecieron con los Gobiernos independientes en la época poscolonial. Camerún y Nigeria ya habían tenido desavenencias por el plebiscito de las zonas anglosajonas, cuando el tercio sur decidió unirse a Camerún y el resto, a Nigeria. Camerún sospechaba que Nigeria había enviado a sus ciudadanos a la zona norte de la región anglófona para que votaran no a la unión con Camerún en el referéndum de 1961. Con las reservas naturales de la península de Bakassi en juego, la tensión aumentó. Nigeria invadió el territorio en 1993 y desencadenó un conflicto violento que sigue sin cerrarse del todo, a pesar de que la Corte Internacional de Justicia dictaminó en 2002 que la zona pertenecía a Camerún. Pese a este historial de tensión, Camerún y Nigeria han aparcado sus diferencias en los últimos años para unirse en la lucha contra un enemigo común: el terrorismo islamista de Boko Haram. Ambos países forman parte de la Fuerza Multinacional Conjunta (MNJTF) para acabar con la insurgencia islámica en la región del lago Chad y sus respectivos Ejércitos trabajan en operaciones conjuntas sobre el terreno.

Para ampliar“Boko Haram, de la predicación al terrorismo”, Pablo Moral en El Orden Mundial, 2014

Gracias a la reserva natural de Bakassi, el petróleo es uno de los grandes motores de la economía camerunesa; en 2016 representaba un 40% de las exportaciones del país, por valor de mil millones de dólares. Ese mismo año el crudo fue también el producto que más importaron, por valor de 477 millones de dólares, lo que hace que Camerún tenga unos beneficios anuales de más de 500 millones de dólares con el comercio del petróleo. Estos datos han permitido a Camerún convertirse en el país más desarrollado económicamente de la región centroafricana. Junto con la República Centroafricana, es el único país de la Comunidad Económica de los Estados de África Central —una organización de cooperación económica regional en la que participan ambos junto con Gabón, República del Congo y Guinea Ecuatorial— con una previsión de crecimiento por encima del 3% anualEl PIB de Camerún representa el 42% de la organización y el paro ha bajado de un 30% en 2001 a un 4,2% en 2017, a pesar de un ligero repunte desde 2007. A esto se le añade el potencial demográfico del país: con 25 millones de habitantes —casi la mitad menor de 15 años—, prácticamente dobla a Chad a pesar de tener 2,7 veces menos superficie.

No obstante, Camerún tiene una deuda actual de más de 10.000 millones de dólares, un tercio de ella con China, país con cada vez mayor interés y control sobre varias naciones africanas. El gigante asiático le ha prestado más de 5.500 millones de dólares al régimen de Biya desde el año 2000 y ha cancelado hasta en cuatro ocasiones parte de la deuda, por un valor total de casi 175 millones de dólares —la última quita, de 78,4 millones, se acordó en enero de 2019 tras la visita de diplomáticos chinos a Camerún—. Una gran parte del dinero va a parar a las mejoras de transporte: el 90% de las construcciones y mejoras de las carreteras en Camerún son de obra china. Pero, sin duda, el gran proyecto que revela el interés del país asiático en Camerún es la construcción de un gigantesco puerto en la ciudad suroeste de Kribi, previsto para 2035, que será el más grande de la región y un lugar clave para las exportaciones.

Para ampliar“China, el nuevo banquero mundial”, Gemma Roquet en El Orden Mundial, 2018

La Francáfrica

La Unión Europea apoya la lucha de la MNJTF con 50 millones de euros. Reino Unido y Francia son los dos países que más se han volcado con formación militar, ayuda logística y entrega de equipamiento militar. En 2016 Francia entregó a Camerún 15 vehículos de combate con rifles de precisión, cascos y chalecos antibalas por valor de 655.000 euros. Asimismo, la ministra francesa de Defensa visitó en 2017 la sede del MNJTF en Chad para felicitar a la delegación por sus éxitos.

Más allá de la misión contra el terrorismo islamista, Francia apoya a Camerún en materia militar, económica y diplomática. Es el segundo país que más material militar ha vendido a Camerún desde 1960 con un total de 284 unidades de todo tipo: cañones, helicópteros, avionetas, morteros, barcos, tanques, misiles antibarcos y antitanques… En materia económica, apoya a Camerún ante organismos como el Fondo Monetario Internacional y con la importación de productos —275 millones de dólares en 2016—. También fue el segundo país desde el que más importó Camerún ese año: 682 millones de dólares.

El poder e influencia de Francia en sus antiguas colonias africanas es tal que algunos autores llaman al periodo poscolonial la Francáfrica. En Camerún esa influencia se forjó en la época colonial, ya que Francia formaba en su sistema educativo a muchos cameruneses. Dos de ellos fueron sus primeros y únicos presidentes, Ahiyo y Biya. Este último estudió en prestigiosos institutos franceses en Yaundé y París y, posteriormente, en el Instituto de Estudios Superiores de Ultramar de París, una gran escuela diseñada para que estudiaran los futuros gobernadores de las tierras coloniales.

Para ampliar“La Francáfrica o el imperio neocolonial francés”, Fernando Arancón en El Orden Mundial, 2015

Con ese bagaje, los franceses supieron maniobrar para poner de su lado lo que consideraban una élite moderada a la que controlar para evitar el triunfo de la insurrección marxista. Ahiyo se puso de lado de los franceses contra el UPC y desde entonces las relaciones diplomáticas entre ambos países han sido excelentes.

Por una parte, Francia tiene en Camerún un importante aliado en el centro de África, un país estratégico en la frontera con países de influencia anglosajona que además cuenta con grandes reservas de petróleo. Por otro lado, el Gobierno de Camerún recibe el apoyo expreso de Francia, que proporciona ayuda militar, media a su favor ante organismos internacionales y pasa por alto el autoritarismo de Biya.  El Elíseo solo se ha pronunciado acerca del conflicto separatista que se inició en 2016 para condenar la muerte de tres gendarmes cameruneses a manos de los protestantes y pedir vagamente al Gobierno que abra la vía del diálogo, sin ejercer ningún tipo de presión.

Apoyado de facto en el conflicto anglosajón por Francia y la comunidad internacional, Biya ha renovado su poder por siete años más. El presidente está respaldado por una economía que crece y la seguridad de mandar por encima de una oposición fragmentada, incapaz de arrebatarle una Administración que maneja a su antojo. Las reservas de petróleo en los alrededores de la península de Bakassi, la preocupación por el terrorismo islamista de Boko Haram en el lago Chad y el Sahel y la inestabilidad de sus vecinos en la región centroafricana parecen motivos suficientes para favorecer la continuidad en Camerún. Con todo, no se prevé ninguna presión externa para hacer caer al longevo dictador camerunés, que viaja más que manda.

Paul Biya tiene ahora una bala de fuego con lo que ya es casi una guerra civil en las zonas anglosajonas. De las consecuencias que tenga su política de mano dura y la resolución del conflicto dependerá su estabilidad en el Gobierno. Está por ver si Biya volverá a salirse con la suya o acabarán partiendo Camerún en dos en una herida incurable.