Este artículo fue originalmente publicado el pasado 3 de abril de 2019 en el medio El Orden Mundial por el investigador junior del Navarra Center for International Development David Soler Crespo. A continuación pueden leer un extracto del análisis, que pueden consultar completo los suscriptores de El Orden Mundial aquí.
Cuando el actual presidente, Roch Marc Christian Kaboré, subió al poder en diciembre de 2015 tras más de 30 años de Gobierno dictatorial, Burkina Faso no había sufrido ningún gran ataque yihadista. Dos semanas después ocurrió el primero, con 30 muertos. Tres años más tarde, el país sufre una emergencia humanitaria con una amalgama de grupos yihadistas que han dinamitado la estabilidad y la balanza religiosa.
Decenas de miles de personas han tenido que huir de sus hogares por los ataques yihadistas. Más de mil colegios han tenido que cerrar en el norte del país por el incremento de la violencia, lo que ha dejado en casa a más de 150.000 niños. Los atentados terroristas se quintuplicaron en 2018 con respecto al año anterior hasta llegar a los 137 y la ONU ya ha calificado la situación como una “emergencia humanitaria”. Burkina Faso se ha convertido en un lugar donde el terror campa a sus anchas. Hace tan solo cuatro años, este país no había sufrido ningún gran atentado terrorista. ¿Qué ha pasado para que en tan poco tiempo se haya convertido en un polvorín?
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