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October 14, 2019
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Posted by NCID

Este artículo fue originalmente publicado el pasado 14 de octubre de 2019 en el medio El Orden Mundial. El autor es el investigador junior del Navarra Center for International Development David Soler Crespo. A continuación se reproduce parcialmente el artículo. Puede consultar el artículo original aquí, restringido a suscriptores de El Orden Mundial.


El Comité Noruego del premio Nobel ha decidido dar este año el Nobel de la Paz al primer ministro etíope Abiy Ahmed por su promoción de la paz en la región. Ahmed se ha granjeado el apoyo de una comunidad internacional que ve en él el ejemplo de una nueva camada de líderes africanos que buscan unir por encima de conflictos políticos, étnicos y regionales.

Abiy Ahmed se convirtió en primer ministro de Etiopía en abril de 2018, a sus 41 años. Encontró el país en estado de emergencia y en tres meses consiguió levantarlo, liberar a presos políticos y periodistas encarceladoslegalizar partidos anteriormente considerados grupos terroristas y arreglar en un santiamén un conflicto con la vecina Eritrea que duraba ya más de 20 años. En solo un año y medio, Ahmed ha cambiado radicalmente el aspecto político de Etiopía, que ha pasado de no saber solventar sus propios conflictos a ser clave como mediador en otros como el de Sudán. A ello se le une su compromiso con el feminismo, que le ha llevado a nombrar al primer Gobierno partirario de la historia del país y promover el nombramiento de la primera jefa de Estado etíope, Sahle-Work Zewde, nombrada por el Congreso tras la renuncia del expresidente Mulatu Teshome en octubre de 2018. Además, su aperturismo económico ha terminado por encandilar a Occidente, que le ha convertido en referencia reformista frente a los tradicionales dinosaurios políticos que todavía gobiernan en numerosos países africanos.

Sin embargo, Occidente y el Comité Noruego del Nobel obvian otros preocupantes acontecimientos, como la creciente tensión intercomunitaria que ha destapado Ahmed al abrir la caja de Pandora de un país con unas relaciones delicadas entre etnias, que causó el fallido golpe de Estado contra el Gobierno de la región de Ahmaraen junio de 2019. Además, la tensión internétnica convirtió a Etiopía en el país con el mayor número de desplazados del mundo en 2018, con casi 3 millones de personas que tuvieron que abandonar sus casas. A ello se le une además la violación de los derechos humanos en connivencia con Arabia Saudí para deportar cada mes a 10.000 etíopes del país árabe, que vuelven tras ser abusados en campos de detención.

Puede leer el artículo completo aquí.