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10 de Mayo, 2019
Apariciones en los medios /
Escrito por NCID

Este artículo fue originalmente publicado el 10 de mayo de 2019 en el medio Africaye. El autor es el investigador junior del Navarra Center for International Development David Soler Crespo. A continuación se reproduce parcialmente el artículo. Puede consultar el artículo original aquí.


Omar al-Bashir y Abdelaziz Buteflika ya son historia en Sudán y Argelia. Las revueltas populares se han cargado 30 años de régimen del primero y 20 del segundo y ahora millones de jóvenes verán por primera vez otra cara como jefe de estado. A la espera de ver si el fin del régimen es real o si el ejército y los afines de ambos presidentes consiguen perpetrarse en el poder, la salida de ambos dictadores es un nuevo paso positivo en un continente plagado de dinosaurios cleptocráticosque pretenden aferrarse hasta su muerte a costa del pueblo.

La tendencia en este sentido es positiva en África. Hasta hace dos años, entre los 25 jefes de estado más longevos del mundo se encontraban 16 africanos. En los últimos años seis de ellos han abandonado el poder, bien forzados por el pueblo, como Al-Bashir, Buteflika, Compaoré o Kabila, bien obligados por el ejército, como Robert Mugabe en Zimbabue, o por motu propio, como Jose Eduardo Dos Santos en Angola. Sin embargo, no conviene lanzar las campanas al vuelo ya que todavía 6 de los 10 presidentes más longevos son africanos. Una lista que lidera el camerunés Paul Biya, que tras 43 años en el poder acaba de renovar su liderazgo en otras elecciones manipuladas.

Cabe analizar por tanto qué ocurre para que estas figuras consigan mantenerse en el poder durante tanto tiempo. Hay tres razones principales que lo explican: su pasado como héroes militares de independencia; la falta de incentivos en forma de pensiones para dejar el poder y, por último, la incapacidad de organización de una oposición efectiva.

Puede leer el artículo íntegro aquí.