Esta columna de opinión fue originalmente publicada el 31 de enero de 2022 en Prensa Libre. El autor es el director ejecutivo de CINDERE e investigador del NCID Rodrigo Asturias Puede consultar el artículo original aquí.
Las remesas se relacionan directamente con el flujo de dólares que ingresan al país, monitoreables de forma regular en la publicación mensual que para eso realizan las bancas centrales. Este flujo contribuye a mantener la estabilidad macroeconómica y al fortalecimiento del tipo de cambio. Para Guatemala, la tendencia refleja un aumento que representan cerca del 15% del PIB, aunque los valores numéricos normalmente no expresan a profundidad los principales causantes de su aumento, generalizado en Centroamérica, principalmente en Guatemala, Honduras y El Salvador.
Las cifras de las remesas dejan por un lado las razones que impulsaron a las personas a migrar, por ejemplo, altos índices de violencia, inseguridad, falta de oportunidades laborales, la presencia de la inseguridad alimentaria y nutricional, el cambio climático que forman parte de los ingredientes de una pobreza multidimensional. Estos factores contribuyen, de forma aislada o en conjunto, al éxodo masivo de los habitantes en búsqueda de mejores oportunidades para crecer y vivir.
Aunque para varios de los países centroamericanos las remesas son de gran importancia, para Costa Rica no es del todo relevante ya que estas rondan el 0.8% de su PIB. La reflexión necesaria sobre la coyuntura y la evolución de las mismas provoca la necesidad de visualizar las remesas en una radiografía que represente las oportunidades limitadas de crecimiento y desarrollo que tienen los habitantes de una región particular, denominada “Triángulo Norte”, compuesto por El Salvador, Honduras y Guatemala.
Más que analizar el crecimiento interanual o intermensual de las remesas es de suma importancia la reflexión humana del porqué surge la migración que termina su ciclo con el envío de dólares cada mes a las familias receptoras. Aunque no se tiene claramente una cifra oficial, se calcula que de 300 a 500 guatemaltecos emprenden su viaje cada día a Estados Unidos, en la búsqueda de un mejor futuro individual y familiar.
La encuesta sobre migración internacional de personas de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) destaca la continua, constante y ascendente migración que en los últimos años ha incorporado a las poblaciones más vulnerables de la sociedad, como lo son los niños. Es posible interpretar las remesas como el vínculo directo entre la población guatemalteca en el exterior y sus familias en las comunidades rurales del país.
Las remesas pueden considerarse el “salvavidas” en el que muchas personas han encontrado un alivio para contrarrestar la pobreza que a lo largo de los años el Estado no ha podido contener. Lo anterior se refleja en departamentos que más reciben remesas, como Huehuetenango, Jutiapa y San Marcos.
Desde otra perspectiva, es posible analizar los factores que originan la migración, que, entre otros, pueden abarcar el efecto del cambio climático y la disponibilidad de alimentos, un detonante primordial para decidirse a migrar. De hecho, Oxfam, en uno de sus estudios realizado con más de 11 comunidades —mojados—, señala una relación directa entre la inseguridad alimentaria y la migración con un alto nivel de correlación estadística, que detalla como la migración se ha tomado como una estrategia para afrontar la crisis causada por el deterioro constante de la falta de seguridad alimentaria en diferentes puntos del país.
Como indica el informe, la correlación entre inseguridad alimentaria y migración evidencia el impacto del cambio climático en la producción de alimentos para consumo familiar, en un contexto de alta vulnerabilidad socioeconómica y débil respuesta gubernamental, como sucede en el corredor seco de Guatemala, asociado a un incremento en la migración.
Para autores como Durand (1994) es posible clasificar en tres grandes grupos las remesas salario –consumo, inversión y capital—. En esta clasificación, las remesas salario consumo son las que se destinan al gasto corriente de los hogares: comida, vestido y sustento en general. De esta cuenta, el dinero que queda después de cubrir esas necesidades, solucionando el problema fundamental del sostenimiento de la familia, puede traducirse en inversión, específicamente en el área de construcción de viviendas. Mientras no se supere el nivel de pobreza el porcentaje de inversión y capital será reducido.
Lo anterior se completa con el análisis que plantea Brown (2006), en cuanto a que los efectos de las remesas en el bienestar dependen de la condición de los hogares receptores y en general serán beneficiados aquellos que se encuentren en niveles muy bajos. En pocas palabras, el impulso al desarrollo que pueden generar las remesas puede darse si el país receptor cuenta con instituciones capaces de aprovechar esta fuente de ingreso externo.
Por último, puede afirmarse que la mayor parte de los hogares receptores de remesas son pobres por lo que en términos del impacto de los envíos de dinero depende, en gran medida, de las estructuras institucionales y de la efectividad para lidiar con problemas socioeconómicos. Aunque existe evidencia científica que valida la relación entre remesas y el combate a la pobreza, es necesario clarificar que por sí mismas no generan el efecto deseado. Por ende, no se tienen que visualizar como un mecanismo destinado a erradicar los altos niveles de pobreza que padecen la mayoría de los países en desarrollo.
En suma, por sí solas, las remesas no pueden eliminar las condiciones estructurales y padecimientos sociales, lo que conlleva a incluir una dualidad en su interpretación. A partir de la multidimensionalidad de las remesas, puede concluirse que la mayoría de países receptores cuentan con limitadas o nulas medidas de política pública que potencialicen el efecto de las remesas en los indicadores de desarrollo de las localidades de origen de los migrantes, siendo necesario cada vez más profundizar en las principales causas originales de la migración y que la calidad de vida se genere en los países.
Finalmente, es fundamental que las autoridades mejoren los programas relacionados con el envío de remesas enfocadas a diseñar medidas efectivas que incentiven y promuevan un mejor uso de estos flujos monetarios, incluyendo acciones reales para la generación de oportunidades laborales, atacando directamente las causas fundamentales de la migración con una estrategia de desarrollo económico a corto y largo plazo.