¿Por qué hay países ricos y países pobres? Esta pregunta no se responde ni en pocas palabras, ni de manera única. Incluso, desde la Economía, en principio la disciplina más apropiada para responderla, no hay respuestas suficientes limitándose al presente, sino que es necesario mirar a la historia.
A esa tarea se dispuso Romain Wacziarg, profesor de Economía de la Universidad de California en Los Ángeles, quien presentó el 5 de abril en Madrid los hallazgos a los que llegó junto con otros investigadores. La conferencia, titulada Historical Barriers to the Wealth of Nations, fue organizada por el Navarra Center for International Development —think tank del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra— y la Fundación Ramón Areces, donde tuvo lugar.
Para buscar en la historia las causas por las cuales hay países que se desarrollan más que otros, lo primero, según Wacziarg, es saber hasta dónde tirar del hilo del tiempo. De acuerdo con su investigación, que compartió con más de 200 asistentes, hay que ir más allá de fenómenos como la Revolución industrial en Inglaterra o de la colonización de América y África por parte de potencias europeas, pues existen factores del desarrollo actual de los países que se pueden explicar incluso desde las primeras migraciones y avances tecnológicos de los seres humanos.
Ni con toda la historia desde el primer año de la era moderna se puede explicar por qué hay países ricos y países pobres. Hay distintos factores que unen o separan a los países y crean lo que Wacziarg llama la “distancia cultural”—principalmente factores geográficos, lingüísticos y genéticos—. Compartir cultura impregna de valores positivos a países que históricamente han estado relacionados, ayudando a que se desarrollen de manera similar. Sin embargo, la cercanía cultural también tiene un efecto negativo, ya que el investigador asegura que las guerras y la violencia se recrudecen entre personas de una misma comunidad y cultura. “Las personas se pelean más entre ellas que con gente de culturas lejanas”, aseguró Wacziarg.
A pesar de todo, esas “barreras históricas” no son definitivas y pueden superarse. Para superarlas, si bien no es fácil, el camino pasa por aplicar las políticas correctas aprendiendo de las experiencias de otras naciones y adaptando lo que sea necesario para llevar a cabo puertas para adentro innovaciones necesarias para avanzar. Según Wacziarg, el reto también pasa por ver el vaso medio vacío o, como él lo ve, medio lleno.
Por último, el ponente explicó que la historia tiene, como mucho, un efecto del 50% en la determinación del desarrollo de las naciones. “El otro 50% lo deciden las sociedades con su capacidad para evolucionar y dejar el pasado atrás”, finalizó Wacziarg.