Archivos
01 de Febrero, 2018
Actividades /
Escrito por NCID

Desde el 7 de abril hasta mediados de julio de 1994, la humanidad presenció una de los peores barbaries: el Genocidio de Ruanda. La matanza masiva fue llevada a cabo no sólo por el Ejército, sino también por carniceros, ganaderos, panaderos, empresarios, conductores de autobús, granjeros, etc. A día de hoy aún sobrevuela la pregunta: ¿Qué llevó a casi 430.000 civiles a asesinar a casi un millón de compatriotas en tan sólo cien días? Para comprender esto uno debe mirar a los años y meses previos al genocidio para entender cómo aquellos en el poder pudieron inocular el odio hacia los Tutsi entre la población. 

Evelina Bonnier, estudiante de doctorado en la Stockholm School of Economics, contribuye a encontrar una respuesta a esta pregunta en su investigación Preparing for Genocide: Quasi-Experimental Evidence from Rwanda, la cual presentó en la Universidad de Navarra el pasado 1 de febrero. Su estudio analiza el potencial rol en la instigación de la violencia contra los Tutsi que pudo tener un programa comunitario obligatorio que tenía supuestamente como objetivo asegurar la participación política y el trabajo en comunidad.

Los resultados sugieren que el programa Umuganda contribuyó a una aceptación del genocidio de dos maneras. Primero facilitó la presión de los poderes a las masas mediante la proliferación de ideas racistas y propaganda violenta. “Encontramos evidencia de que Umuganda ayudó a la movilización mediante la coordinación y difusión de información y propaganda política”, asegura Bonnier. Además, los encuentros comunales también contribuyeron a una presión de abajo hacia arriba ya que las reacciones positivas a los discursos de odio incitaron los pensamientos radicales y violentos.

No hay datos estadísticos del número de personas que participaban en estas congregaciones ni el número de reuniones que se hicieron. Es por ello que para investigar el efecto que el programa Umuganda tuvo en la movilización de los civiles Hutu en el genocidio, Bonnier traza una relación entre la participación civil en la violencia y los sábados en los que cayó una fuerte lluvia. Contar con el factor climatológico es una útil manera de solventar la falta de datos y sirve como un motivo para la cancelación de las reuniones Umuganda. Los resultados muestran que donde menos reuniones se celebraron, menos participaron los civiles en la matanza.

“La idea es simple: esperamos que las quedadas sean menos agradables cuando llueve, y que se cancelen en caso de lluvias fuertes”, explica Bonnier. Como este programa se desarrollaba cada sábado, el estudio se centra en el número de sábados con lluvias fuertes durante los tres años y medio anteriores al genocidio (desde octubre 1990, el principio de la guerra civil, a marzo 1994, justo antes del comienzo del genocidio). “Los resultados prueban que en un incremento estándar en el número de sábados de lluvia causó un 17 por ciento menos de participación ciudadana en el genocidio”, muestra Bonnier. Cuanto más sábados lluviosos, menos quedadas y menos violencia ciudadana.

Este estudio contribuye a la literatura reciente acerca de los efectos de la lluvia en un conflicto, pero también tiene la intención de generar debate acerca de los efectos de las quedadas públicas. “Las reuniones comunales han sido promocionados por muchas ONGs como muy beneficiosas para el desarrollo”, explica. “Sin embargo, los clubes sociales en la Alemania post-Primera Guerra Mundial facilitaron la propagación de ideas Nazis. Con nuestra investigación, mostramos que el Genocidio de Ruanda fue preparado cuidadosamente por las élites políticas”, concluye Bonnier.