Cocinar es una necesidad básica necesaria para sobrevivir, pero alrededor de 2.800 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso a tecnologÃa moderna para poder hacerlo. Tienen que cocinar con medios de energÃa insostenibles y poco fiables, como biomasa y queroseno, en cocinas pequeñas y no preparadas. Como resultado, quienes cocinan tienden a desarrollar enfermedades respiratorias. ¿Quién paga el precio? Sobre todo las mujeres y los niños. Debido a que pasan más tiempo en espacios interiores sufren los peores resultados de salud y, por lo tanto, enferman con más frecuencia que los hombres. Sin embargo, esto puede mejorar cambiando a energÃa limpia.
La investigadora posdoctoral Imelda de la Universidad Carlos III de Madrid presentó su trabajo Clean Energy Access: Gender Disparity, Health, and Labor Supply en un seminario del NCID el pasado 19 de octubre. Los resultados de su estudio en Indonesia muestran que el cambio del queroseno al gas natural licuado mejoró la salud de las mujeres y también los resultados laborales de hombres y mujeres.
Al tener una forma más limpia de cocinar, las horas de trabajo de las mujeres se incrementaron y los hombres también pudieron trabajar más e incluso conseguir otro trabajo, ya que no dedicaban tiempo a ocuparse de problemas relacionados con la salud. Por tanto, el estudio muestra que al promover energÃas limpias para cocinar en los paÃses en desarrollo la disparidad de género puede reducirse tanto en la salud como en el trabajo.