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14 de Junio, 2021
Apariciones en los medios /
Escrito por NCID

Este artículo fue originalmente publicado el 14 de junio de 2021 en el medio esglobal. El autor es el investigador junior del Navarra Center for International Development, David Soler Crespo.


"Nuestro objetivo es claro: hacer más por África". Así de contundente fue el presidente francés, Emmanuel Macron, al recibir a más de una docena de presidentes africanos en París el pasado 25 de mayo, día de África. Macron convocó a su vez a líderes de organizaciones internacionales, Estados occidentales e instituciones financieras con una misión: conseguir un acuerdo que permita la recuperación económica del continente. África sufrió su primera recesión en 2020 debido a la pandemia del coronavirus y ahora se estima que tenga el crecimiento económico más lento del mundo.

Dos días más tarde, Macron viajó a Ruanda en la primera visita oficial en diez años de un mandatario francés. Allí reconoció que Francia ignoró los avisos del genocidio de 1994 y pidió perdón por la responsabilidad atribuible a su país, en el primer gesto de tal magnitud de un líder francés, que sirvió para restaurar las maltrechas relaciones con el Ejecutivo del ruandés Paul Kagame. Un día después puso rumbo a Sudáfrica, donde prometió al presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, el apoyo de Francia a la suspensión de las patentes de las vacunas de coronavirus e inversiones para producirlas en territorio africano. A su vuelta a Francia, Macron confirmó que suspendía las operaciones militares con Malí tras un nuevo golpe de Estado y amenazó con sacar a sus soldados del país si este se acercaba al islamismo radical.

En cuestión de una semana, Macron mostró su interés en África. Uno integral que cubre pasado, presente y futuro: curar las maltrechas relaciones por el pasado colonial, apoyar al continente en sus problemas inmediatos y establecer una colaboración de iguales de cara al futuro. Los lugares que escogió para viajar muestran su ambición de expandir la presencia francesa al alejarse de las zonas tradicionales de influencia en la región occidental. El presidente busca aprovechar la incomparecencia de las principales potencias occidentales para situar a Francia como un socio referente en África.

Seguridad y economía, sus principales patas

Un mes antes de su tour por África, Macron viajó a Yamena, capital de Chad, para asistir al funeral del presidente del país, Idriss Déby. Aliado occidental en la lucha contra el terrorismo, el líder fue asesinado por rebeldes un día después de haber sido reelegido para un sexto mandato. En el funeral, Macron tomó la palabra y garantizó su apoyo al régimen, que situó al hijo de Déby como presidente: "Francia nunca permitirá que nadie, ni hoy ni mañana, cuestione la estabilidad e integridad de Chad".

Allí tiene la sede la Operación Barkhane, la mayor misión militar que tiene Francia en el exterior, con 5.100 soldados que combaten contra el terrorismo en el Sahel. Establecida en 2014, supone un 76% del gasto militar en operaciones del país y a pesar de los esfuerzos realizados, no ha podido prevenir un incremento de la violencia, que tan solo en el año 2020 aumentó en un 44% con 1.170 ataques y 4.122 muertes. En enero de 2021, una encuesta mostró que, por primera vez, una mayoría de franceses estaban en contra de la Operación Barkhane, que se ha llevado la vida de 57 soldados franceses.

El alto coste humano y económico, la impopularidad y las elecciones presidenciales en 2022 en Francia, unidos a la preparación tecnológica y de las fuerzas locales en el Sahel han llevado a Macron a anunciar el fin de la Operación Barkhane. Esto no significará el fin de la presencia francesa, pero sí dará paso a una lenta reducción de tropas en los próximos años. El objetivo del presidente es involucrar a distintos países en una misión conjunta para reducir el lastre político que esta supone para su país, así como el sentimiento antifrancés que se ha desarrollado en África Occidental. Además, persigue ceder el protagonismo a las fuerzas locales como muestra de apoyo.

Más allá del interés en seguridad, Francia tiene unos lazos económicos robustos con África. El país es el principal exportador a la región dentro de la Unión Europea, con 22 mil millones de euros en bienes. Además, cuenta con la mitad de la diáspora africana en Europa, más de cinco millones de personas que contribuyen con 8 mil millones anuales en remesas al año. La importancia económica para Francia es vital en el ámbito de los recursos naturales. Por un lado, de Ghana y Costa de Marfil sale el 70% del cacao mundial, cuya mayoría llega a Europa. Por otro, África es con un 38% el principal lugar junto a Oriente Medio desde donde Francia importa petróleo.

La compañía francesa Total es un ejemplo del interés económico en el sector. La multinacional produce allí el 30% de todo el petróleo y gas y es la principal distribuidora de crudo de África con 4.500 gasolineras en 40 países. La importancia de la lucha antiterrorista se ve también en el interés económico francés. En abril, Total anunció la suspensión de un proyecto por valor de 20 mil millones de dólares de gas natural licuado en la provincia de Cabo Delgado, al norte de Mozambique, por la creciente escalada yihadista. Días después, anunció un acuerdo con Uganda y Tanzania para desarrollar un gasoducto por valor de 3,5 mil millones de dólares.

Más allá de los vínculos económicos con el continente, Macron quiere mostrarse como el líder solidario y preocupado por el desarrollo económico de África. En 2020, apostó en plena pandemia por aumentar su presupuesto de cooperación en la zona y ahora en 2021 busca liderar la salida de la crisis económica africana. En el foro organizado en París a final de mayo, el presidente anunció un 'New Deal' para el continente a largo plazo, pero para comenzar aseguró que iba a llamar personalmente a líderes occidentales para que cedieran parte de su montante de los derechos especiales de giro del FMI para que África pueda llegar a los 100 mil millones de dólares -al continente solo le corresponden 33,6 mil millones- con los que poder cubrir el déficit que supondría un aumento de gasto para salir de la crisis. Ya en 2019, Macron defendió la creación de un fondo de inversión de 2,5 mil millones de euros para apoyar a pymes y jóvenes emprendedores africanos. El presidente francés quiere mostrarse como un líder que ansía el desarrollo del continente y ofrece oportunidades a los jóvenes en su tierra, una política que a su vez espera que contenga la migración y le beneficie de cara a las elecciones de 2022, donde su mayor rival, Marine Le Pen, utiliza un discurso de refuerzo del control de fronteras.

der occidental en África

En sus casi cuatro años en el Elíseo, Macron ha hecho un total de 24 visitas oficiales a 18 países africanos. Tan solo en este año, 3 de sus 5 visitas al extranjero han sido a África. El jefe del Ejecutivo francés está aprovechando la poca presencia de algunos de las principales potencias extranjeras para erigirse como el portavoz del mundo occidental. Por un lado, en materia de defensa, Estados Unidos anunció bajo la Administración Trump la retirada de todas sus tropas de Somalia y el planteamiento de hacer lo mismo en el Sahel, una política que el nuevo presidente Joe Biden no parece que vaya a revertir.

Por otro lado, la escasa presencia diplomática del Reino Unido da una ventaja a Macron. El primer ministro británico, Boris Johnson, todavía no ha visitado el continente en sus casi dos años en Downing Street y sus relaciones se han limitado a una cumbre Reino Unido-África dirigida a negociar relaciones comerciales tras el Brexit, sin mostrar mayor interés por la zona. Por su parte, países con menor presencia como Alemania y Bélgica han pedido perdón por su pasado colonial -el genocidio cometido en Namibia por los germanos y las atrocidades del rey Leopoldo II en República Democrática del Congo, respectivamente- pero su interés no ha ido más allá. Tan solo España parece tener un renovado interés en África, con visitas a países alejados de su zona tradicional de actuación, pero su influencia está todavía lejos de la francesa.

Dentro de la obsesión de Macron está situar a Francia como el principal competidor de China. El gigante asiático es el principal socio bilateral de África y representa el 16% de las inversiones directas extranjeras, el doble que Francia. Tan solo en Costa de Marfil, el Gobierno chino ha concedido 23 préstamos por valor de 3,7 mil millones de dólares. Más allá del interés económico, Pekín busca reducir la influencia política francesa. En septiembre de 2021, el Foro de Cooperación China-Africa se celebrará en Dakar, la primera vez en un país de habla francesa tras veinte ediciones. Un evento que los diplomáticos chinos esperan que ayude a mejorar las relaciones bilaterales en una zona de especial interés para su Nueva Ruta de la Seda.

Macron critica a Pekín como un socio que hace peligrar la soberanía financiera de los Estados africanos con deudas impagables e intenta posicionar a Francia como un aliado sostenible. "Estamos en una pelea con China por influencia, una batalla sobre qué sistema de gobierno deberían ver como un modelo", admitió el ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian.

Limitaciones históricas y presentes

Con todas estas actuaciones, Macron busca mejorar las relaciones con el continente. Sin embargo, la profunda percepción histórica que tiene el país en África dificulta su labor y empeora la imagen popular. Francia es ya séptima entre la opinión pública africana tras caer dos puestos en los dos últimos años. El país se ve amenazado por nuevos actores con menos pasado y conexiones como Turquía, Emiratos Árabes Unidos o Catar, cuya imagen es cada vez más positiva en la zona.

La mala imagen viene también dada por una percepción de que, a pesar de la retórica de Macron, las tácticas neocolonialistas de Francia no han cambiado. Por un lado, el apoyo a regímenes autocráticos como el de Déby en Chad o el de Kagame en Ruanda, así como el silencio ante la contestada prolongación en el poder más allá de lo legal de presidentes como Alpha Condé en Guinea o Alassane Ouattara en Costa de Marfil alejan a Francia de ser un defensor de la democracia en el continente y empeoran su opinión entre la población.

Asimismo, Macron ha conseguido, aliado con Ouattara, frenar por el momento la puesta en marcha de la nueva moneda Eco, sustituta del franco CFA en curso en 15 países de África Central y Occidental, cuya política monetaria se decide desde Europa. El presidente francés ha conseguido que el valor siga igual que el del euro, un movimiento que muchos ciudadanos ven como un rechazo a dar definitivamente la soberanía económica a los países africanos.

Los gestos, declaraciones y visitas de Macron están ayudando a que el presidente francés tenga cada vez mayor presencia en África, pero para conseguir favorecer su imagen debería asegurar mejoras concretas y cambiar la postura histórica. La concesión de parte de los fondos de los derechos especiales de giro es un paso positivo, pero por el momento son todavía palabras que faltan refrendar. En todo caso, serían insuficientes, ya que el FMI estima que África necesitará 285.000 mil millones como mínimo debido a su baja capacidad fiscal y su dependencia económica del exterior. Macron va cada vez más a África, pero ahora debe conseguir resultados tangibles para el continente y ceder el protagonismo.