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17 de Noviembre, 2016
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Escrito por NCID

Don Jaime de Borbón-Parma impartió el seminario semanal del NCID. En la fotografía, en el hall del ICS.

“Los minerales no son la causa de los conflictos, sino el combustible para alimentarlos.” Así respondía Don Jaime de Borbón-Parma a una de las preguntas formuladas en su conferencia en el Navarra Center for International Development el pasado lunes, 7 de noviembre, en la que habló sobre el que es, posiblemente, uno de los temas más recurrentes en los conflictos internacionales: los recursos naturales. A pesar de su juventud, don Jaime cuenta con una amplia experiencia en relaciones internacionales, habiéndole llevado su trabajo a países como Iraq, Afganistán o la República Democrática del Congo. Es precisamente en este último donde ha desarrollado el proyecto que expuso.

Es de sobra conocido el término minerales de conflicto o, en otras palabras, el uso de minerales como el coltán o el oro proveniente de minas sumidas en conflictos armados para su posterior comercialización en aparatos como los smartphones. El propósito del proyecto es precisamente evitar que esto siga ocurriendo, aumentando la transparencia en el proceso completo de la cadena: desde la extracción material en el país de procedencia, hasta su llegada a las plantas de fabricación de las empresas que los compran.

La idea surge como respuesta a la puesta en vigor de la política estadounidense Dodd-Frank en el 2010, que tenía como propósito reducir los conflictos armados en África Central, impidiendo que fuesen alimentados por la extracción de minerales. Para ello, se prohibió que compañías estadounidenses y sus afiliadas alrededor del mundo, compraran metales y minerales del Congo y países adyacentes a menos que pudiesen certificar que procedían de zonas sin conflicto. Aunque las intenciones fueron buenas, los resultados no fueron los esperados.

Existen numerosas dificultades para certificar la procedencia legítima de los metales y minerales que se adquirían en la región. Esto, unido al hecho de que las reservas del Congo (que amasan en oro, tantalio, estaño y tungsteno hasta 24 billones de dólares según un informe de la ONU) no son únicas, hizo que las empresas estadounidenses apostaran por nuevos mercados, lo que significó considerables pérdidas de puestos de trabajo. También supuso el empobrecimiento de individuos ya marginalizados debido a la consecuente caída en los precios en un esfuerzo para retener ciertos mercados como el de China y la India. De hecho, las ventas de estaño disminuyeron hasta un 90% tras la entrada en vigor de esta ley. Además, un sexto de la población depende de la minería artesanal para subsistir. Y, finalmente, la pérdida del mercado occidental resultó en el reclutamiento de jóvenes en las milicias.

Dentro de este contexto de una política fallida, la cual no comprende que los metales y minerales son solo una manera más de financiar distintos conflictos armados, nace la iniciativa en una conferencia en París. Don Jaime lideró como agente neutral una comisión multidisciplinaria (formada por gobiernos, multinacionales, ONGs y centros de investigación) que estableció las directrices para que las compañías multinacionales reactivaran sus intereses de abastecimiento en esta región sin miedo a penalizaciones económicas y el descrédito del público.

La iniciativa emplea como mecanismo de certificación del origen y condiciones de los recursos naturales la utilización de bolsas con etiquetas únicas; etiquetas que acompañan al producto desde que sale de la mina hasta que llega al usuario final. Para minimizar el riesgo de corrupción y manipulación, los dueños de las minas son vetados para verificar que no mantengan relaciones con entes militares. Asimismo, antes de que el mineral o metal sea empaquetado por primera vez, este es pesado y examinado, de manera que terceros puedan verificar su procedencia de una zona libre de conflictos.

Ciertamente existen críticas a pasadas iniciativas de este sistema de bolsas y etiquetas. También es preciso reconocer que, tal y como mencionó don Jaime, las minas tienen problemas endémicos como trabajo infantil, salarios muy reducidos y condiciones de salubridad paupérrimas. Sin embargo, don Jaime responde a tales críticas que “lo mejor es el enemigo de lo bueno”. El actual embajador de los Países Bajos ante la Santa Sede admite que aún hay mucho que mejorar en diversos aspectos, pero destaca el efecto positivo que esta iniciativa ha tenido, tras tres años de implementación, en las vidas de personas que se encuentran en circunstancias verdaderamente infrahumanas. 

El consumo se ha incrementado, reactivando el sustento de negocios localizados en zonas mineras. Además, la vuelta de multinacionales al mercado africano y el hecho de que sean las exportadoras las que asuman el coste del sistema de rastreo, aumenta la rentabilidad, lo cual incentiva a los dueños de las minas a reinvertir en mejorar las condiciones laborales e incrementar el número de puestos de trabajo. De esta manera, otros problemas se verán reducidos con el tiempo.

            En caso de un incumplimiento o manipulación de este sistema, el cual es vigilado de cerca por distintas instituciones neutrales, la penalización sería la clausura de la mina. Lamentablemente, esto ha ocurrido en alguna ocasión. No obstante, esto habla positivamente del rigor a la hora de vigilar la cadena de suministro. Rigor y atención cuyo mayor peso se ha trasladado a las multinacionales, puesto que son las primeras que deben velar por el correcto funcionamiento del rastreo, debido a su mayor exposición a posibles daños.

Hoy en día, el programa cuenta con aproximadamente 140 minas (escaño, oro, tugnsteno) localizadas en el Congo, Burundi y Ruanda. Una vez más, el impacto que éstas tienen sobre las comunidades locales es enorme. Prueba de ello es que cada mina puede llegar a emplear a 1000 personas.

No obstante, no es este el primer proyecto de gran envergadura de don Jaime. Durante su mandato como Enviado Especial para los Recursos Naturales, se encargó de proveer recursos para que Bolivia pusiera en marcha una fábrica de pilas, y así aprovechase sus grandes reservas de litio. Además, con la ayuda de centros de investigación, incentivó la investigación sobre los usos de este material, el cual tendrá gran importancia en los próximos años a medida que los coches eléctricos ganen popularidad.

El propósito de eliminar los conflict minerals de nuestra sociedad no es fácil de alcanzar, especialmente dada la complejidad de los intereses diversos de los actores que interactúan en el proceso, pero si algo resaltó don Jaime, fue la necesidad por parte de las naciones de apostar por la diplomacia como herramienta fundamental para solucionar el problema. De forma similar, abogó por la eficiencia de los mercados pero resaltando que las multinacionales deben hacerse cargo de la situación, reconociendo la naturaleza finita de estos recursos y trabajando conjuntamente con otros actores para lograr una cadena de suministro desligada de cualquier conflicto.