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16 de Octubre, 2017
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Escrito por NCID

Un debate recurrente en la literatura científica es el de cómo proporcionar las suficientes oportunidades a aquellos que están sumidos en la pobreza. A través de pequeñas y medianas empresas (PYMES) es una manera de hacerlo. Sin embargo, un capital económico es necesario y las maneras tradicionales de obtenerlo son inaccesibles para los más pobres. Es ahí donde las Instituciones de Microfinanza (MFI, por sus siglas en inglés) entran en juego al otorgar microcréditos. A pesar de la ampliada gama de oferta de este tipo de producto, en Bangladesh la demanda es inesperadamente baja. Este hecho es de sobra conocido en la literatura científica, así como el hecho de de que los microcréditos pueden no producir un efecto duradero a largo plazo.

Teniendo esto en cuenta, varios cambios se han ido introduciendo en el modelo de negocio de los MFIs. Marianna Battaglia, profesora asistente en la Universidad de Alicante, junto con otros dos coautores, sugieren introducir contratos flexibles como solución. El pasado 16 de octubre la profesora Battaglia presentó el estudio “Contractual flexibility in the credit market, selection into borrowing, and firm growth: Experimental evidence from Bangladesh” como parte de un Weekly Seminar del NCID.

“Lo interesante no es sólo si este nuevo tipo de crédito puede atraer a más gente, sino a qué tipo de personas”, aseguró Battaglia. Un microcrédito tradicional se debe devolver de manera inmediata mes a mes durante un año. BRAC introdujo un contrato flexible que permitió a sus clientes con buen historial y reputación demorar la devolución del crédito hasta en dos meses de manera gratuita.

El objetivo del estudio que presentó Battaglia era identificar la importancia de este tipo de contrato en todo el mercado financiero, el cual incluye a los clientes elegibles, los no elegibles y a los que no son clientes de BRAC. Concretamente el objetivo era descubrir: si un contrato flexible cambiaba el comportamiento de un prestador a la hora de pagar; si se modificaba el número y tipo de prestadores; si atraía a nuevos clientes y, finalmente, si tenía un impacto en los resultados económicos de los negocios. Tanto créditos Dabi como Progoti fueron considerados. El primero de ellos constituye el tradicional microcrédito, con un cantidad media de 275 dólares. El segundo está indicado para PYMES y su cantidad media es de 2200 dólares.

Los resultados de la investigación fueron prometedores: una mayoría, aproximadamente un 55%, adquirieron el nuevo tipo de producto crediticio. En contraste con otros experimentos similares, los intereses decrecieron y hubo una mayor permanencia de clientes. Además, también hubieron considerables consecuencias en el tipo de clientes. Aquellos clientes que optaban al nuevo microcrédito y que tenían un negocio productivo se vieron muy atraídos por la flexibilidad del contrato. Mientras, los que no podían optar al crédito hicieron lo posible para cambiar su status y ser elegibles, y muchos que no eran clientes abrieron sus cuentas en BRAC en el momento, a pesar de no poder optar a esta oferta de inmediato. Los negocios y hogares involucrados habían mejorado su situación económica dos años después de la introducción de los contractos flexibles.

Battaglia cree que Bangladesh era el país perfecto para el estudio: “Las microfinanzas nacieron allí. Además, BRAC es de allí y es un país pobre que tiene 200 millones de habitantes, por lo que presenta muchas oportunidades”, concluyó.