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22 de Enero, 2018
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Escrito por NCID

1 de Julio de 2018. Ese día los trabajadores en San Francisco verán como el salario mínimo sube automáticamente a 15 dólares por hora. Los sindicatos han aplaudido esta decisión, que beneficiará directamente a los empleados en empleos que requieran menos habilidades: camareros en cadenas de comida rápida; obreros; dependientes, etc. Un total de 86,000 personas, la mayoría mujeres y gente de etnias minoritarias, pueden verse beneficiadas por esta medida, según algunos cálculos. Pero San Francisco no es la única gran urbe estadounidense en subir el salario mínimo. Seattle, Nueva York y Los Angeles también han aprobado un incremento progresivo hasta llegar a los 15 dólares por hora en 2020.

Comprender las causas que influyen en la desigualdad de renta es de gran importancia. Ese es el trabajo de Clara Santamaría, estudiante de doctorado en Princeton University. El 19 de enero presentó su investigación “Small Teams in Big Cities: Inequality, City Size and the Organization of Production” en la Universidad de Navarra. Este estudio tiene como objetivo explicar cómo “la distribución de personas y la organización de la producción entre ciudades interactúan con la tecnología para producir las desigualdades de renta”.

Santamaría introduce un marco teórico donde las ciudades varían en términos de tecnología, facilidades y oferta de vivienda y los trabajadores tienen diferentes habilidades, preferencias por ciudades y capacidad para dar trabajo. El hecho de que la tecnología, como evidencian los datos, es más compleja en ciudades grandes lleva a un tipo de habilidades premium que determina la organización de la producción. Estos factores hacen que las grandes ciudades tiendan a ser más desiguales. En su investigación, Santamaría analiza el efecto de dos políticas “que son parte del debate sobre cómo combatir la desigualdad de renta”: la subida del salario mínimo y la subvención a la vivienda en las grandes ciudades. 

La primera de las dos opciones no es óptima, según sus conclusiones. “Fuerza a los jefes poco cualificados a contratar a trabajadores con gran formación, convirtiendo a aquellos trabajadores con menos habilidades en autónomos”. Además, esta opción crea incentivos para aquellos trabajadores de poca calificación a moverse a ciudades pequeñas, bajando por lo tanto los salarios en estas ciudades. Sin embargo, subvenciones a la vivienda sí redistribuiría la riqueza hacia los más pobres, subiendo los salarios y haciendo más competitivo el mercado de empleo.

Santamaría clarifica que su estudio se centra en los resultados a corto plazo: “Los efectos de estas políticas van a ser a corto plazo, cuando no hay cambio en la tecnología ni en la oferta de vivienda. A lo mejor a largo plazo los ciudadanos deciden formarse para obtener más habilidades, y en ese caso la producción tecnológica podría cambiar”, concluye.